Control y compra del voto
«¿Sabe usted lo que pienso hacer? Voy a cogerles el dinero y a votar por quien yo quiera. Si creen que me van a engañar, están perdidos. Es una fanfarronería proclamar que saben por quién va a votar cada dominicano. Es para atemorizar y comprar el voto impunemente.»
Óigame, filósofo Vitriólico. Por aquí estuvo un activista político, para mí un zángano o parásito social. Vino a decirme que me tiene registrado en el padrón de su partido, como si yo no supiera que no me he inscrito en ningún padrón. Me propone llevarme a votar y me ofrece mil pesos, un plato de pica pollo y bebida para calentar el galillo para que vote por sus candidatos.
—Y ¿qué le dijiste, sobrino Abimbaíto? Estudiante universitario como eres, pienso que no te dejarás engañar, ¿verdad que no?
No. Le seguí la corriente a ver hasta adónde llegaba. Y ¿usted sabe lo que pasó?
—Lo imagino, pero cuéntamelo.
Me dijo, en tono de misterio, que su partido tiene un mecanismo, según el cual pueden saber por quién voy a votar. Además, tienen calieses situados en las mesas electorales que les permiten darse cuenta de por quién voto yo, como si me estuvieran viendo en directo cuando deposito mi voto en la urna.
—No son calieses, Abimbaíto. Son escombros sociales. Pero en algo te doy la razón, se parecen mucho. No torturan ni matan como aquellos, pero compran a los ignorantes e infelices, delatan para quitarles los subsidios a los desafectos y sobornan con dinero del Estado para mantener vivas las lealtades. Son gusanos, híbridos de calieses, con la misma ponzoña.
Me dieron a elegir. Si voto por ellos, por sus candidatos, me pagan. Y, si no, me quedo sin sus cuartos y ¡oiga usted la barbaridad! Corro el riesgo de que le quiten la tarjeta de subsidios a mi familia, desde los que empiezan por la A hasta la Z.
—¿Lo creíste?
Dijeron que los mil pesos me los entregarían cuando tengan la seguridad de que voté por su candidato, no antes de eso. Me los darían a la salida de la mesa de votaciones. También me pidieron que llevara más gente como yo a votar y que por cada uno que trajera me darían quinientos pesos más. Es un negocio, filósofo. Si lo acepto, me voy a hacer rico de una sola sentada, como se han hecho tantos con el fundillo pelado, igual que yo.
—Me revienta tal descaro, Abimbaíto.
¿Sabe usted lo que pienso hacer? Voy a cogerles el dinero y a votar por quien yo quiera. Si creen que me van a engañar, están perdidos. Es una fanfarronería proclamar que saben por quién va a votar cada dominicano. Es para atemorizar y comprar el voto impunemente. Vergüenza contra dinero proclamaba el profesor Juan Bosch, y es lo que voy a hacer. ¡Viva Juan Bosch, carajo! ¡Mueran los pérfidos! ¡Revolución, revolución!
—No te alborotes, mi sobrino. Este país necesita paz, concordia, civismo. No se puede alterar el orden. El poder se transmite civilizadamente, con normalidad. El tejido social y económico sufre cuando hay estallidos. Así es que tranquilízate y bébete una tisana.
Es que las bocinas me tienen enfurruñado.
—Ay, ya entiendo Abimbaíto. Te refieres a las bocinas ubicadas en la nómina del Estado para prodigar propaganda a través de los medios a favor de unos y descalificar y pronunciar blasfemias contra otros, ¿no es así? Es decir, para hacer promoción política a favor de grupos partidarios, pero con los recursos de los contribuyentes.
Sí, así es.
—Pues deberías saber que entre los activistas y las bocinas pagadas no hay diferencias apreciables, están hechos del mismo asco y viven del mismo cuento. Y, advierto a la JCE, hay que cuidar el padrón, si lo alteran, no se podrá votar con normalidad. Y evitar la compra del voto. ¡Ya está bueno, caraaaaaaaajo!
Oigan ustedes dos, Vitriólico y Abimbaíto, interviene Eduardo. La sociedad está irritada. Se puede disentir, luchar para que se cambien prácticas indecorosas, pero dentro de un marco de respeto.
—Diantres, el patrón quiere darnos lecciones, dice Vitriólico.
Oigan, replica Eduardo, comparto sus inquietudes, pero no la manera de expresarlas. Todos queremos un país mejor. Al fin y al cabo, yaceremos para siempre en el mismo suelo. Pero no deben señalar a nadie con palabras hirientes. Ni creer que el mal está en una sola parcela política.
—Ja, ja, ja. ¿Qué no? ¿El patrón se hace el zonzo? replica Abimbaito.
Respeten, les digo. Los activistas y las bocinas ejercen una función, aun fuere antisocial. La sociedad es víctima de un sistema clientelar. Es una cultura que prospera manteniendo condiciones de pobreza para aprovecharse de la ignorancia que genera. Entre todos tendremos que cambiarla. Ese es el reto.
10 de marzo de 2020
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