
En estos tiempos del coronavirus debemos entender que la soledad no es sinónimo de tristeza.
Esta soledad obligatoria para preservar la salud colectiva nos muestra cuán importantes son nuestros familiares, vecinos y amigos, aún aquellos que viven lejos de nuestros hogares.
Nos permite escuchar música sin límite de tiempo; ver cintas o programas de televisión de nuestro agrado, aunque sean repetidos. Hablar con los adultos y jugar con hijos y nietos.
La soledad nos permite también leer algún nuevo libro o repasar otro devorado en época pasada.
Nos da el chance de meditar acerca de nuestra existencia, de la convivencia, de los planes que fracasaron y los que debemos nuevamente implementar cuando dejemos atrás a COVID-19.
La soledad en tiempo de cólera debemos asumirla con paz y alegría, hasta entender que debemos servir a los demás hasta el último día de nuestra existencia.
Y saber que a pesar de todas nuestras precariedades, hay millones de seres humanos que están en peores condiciones.
Recordar hoy y siempre el significado de la palabra “misericordia”, nos hará ser mejores seres humanos.
29 de marzo de 2020.
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