Se desmorona proyecto autoritario de Danilo Medina: nadie le cree
Danilo Medina juró que impondría sus capacidades desde el control del Poder Ejecutivo creyendo que de esa manera garantizaba el éxito de su candidato Gonzalo Castillo.
El gobernante definió a su ungido como “un penco candidato”. Un caballo impetuoso, querría decir. No era, sin embargo, más que un pony ricachón bien lavado. Aspaventoso, como ninguno, el presidente Danilo.
La aparición súbita de un pequeñísimo virus devastando al mundo entero, hizo creer a Medina y su aparato de ambición política, que se presentaba la oportunidad de oro para sacar del sombrero nuevos trucos.
Covid-19 hizo saber a todos que había llegado a un país con suerte. Medina ha creído que esa es su suerte. Anexó el fenómeno insalubre y sus efectos a su proyecto político. Covid-19 es un aliado, simulaba un presidente que perime, en breve, insatisfecho, en su retahíla de discursos nocturnos mentirosos. Prueba al canto: dijo que tenía aplicadas 40 mil pruebas. Y era una falacia descarada.
La oposición, con el Partido Revolucionario Moderno (PRM) en una primacía más que confirmada en las elecciones municipales, se declaró en alerta. Pero decidió darle un margen de acción a Medina para ver hasta donde llegarían sus truculencias y sus efectos.
Medina, su PLD y una recua de grupos bisagras minoritarios adheridos al presupuesto nacional, sin mayoría en la Asamblea Nacional les hicieron la concesión de un estado de emergencia que parecía la oportunidad de oro. Se decretaron múltiples limitaciones humanas con la intención de forzarlas impulsando el miedo, la represión armada, la magia del clientelismo de las dádivas a los hambrientos. Y buscando la compañía del embrujo inasible de las religiones. La oposición con algunos pequeños pataleos, se mantuvo observando.
El resumen en la continuidad del proceso ha sido lamentable para la truculencia palaciega: nadie le hace caso al gobierno. El intento de movilizar el país en tropel hacia la penumbra y confusión electoral se deshizo en la voluntad de la Junta Central Electoral, pero, sobre todo, en el deseo de una sociedad desobediente que ha estado pasando por encima de la aparatosidad con que se quiso acompañar el paso del Covid-19: el momento estelar para cristalizar esa realidad, ha sido la aparición del mismo Danilo Medina en campaña electoral con una visita sorpresa de verdad y la movilización del PLD hacia la calle.
La oposición, ha guardado las apariencias. No permitió que Medina se impusiera con Gonzalo Castillo violentando toda la aparente orden presidencial, y toda noción de escrúpulo. Y desempacando a la Margarita Cedeño, pisoteando la prohibición legal de ejercer candidatura desde la cúpula de un cango trascendental con la mochila llena de tarjetas solidarias y miles de millones de pesos a repartir.
Nada le ha funcionado a Medina y su gobierno. La gente no cree nada de lo que dice que hace.
El mundo científico de la República Dominicana, sin ser consultado en su conjunto, ni por separado, luce atónito con los pasos y los números oficiales sobre pruebas, enfermos, muertos y curvas que ofrece el ministro en la televisión oficial, cada día, en su aparición fantasmal de sepulturero.
A Danilo, Gustavo Montalvo, Margarita Cedeño, y su ministro insalubre Sánchez Cárdenas les ha faltado la naturalidad de una sonrisa en sus apariciones diarias. Lo único en que cree la gente en su capacidad de incrédula, es en la realidad de una fecha en el calendario: el 5 de julio. Y una Constitución irreductible.
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