La recta final

La campaña para la elección de presidente, vicepresidente, senadores y diputados entra en su recta final, ingresando en una ruta que el próximo 5 de julio conducirá a nuestros votantes hacia las mesas de votación [tanto aquí como en varios países que asientan numerosas colonias de ciudadanos dominicanos].
Ese día los candidatos sabrán que piano y violín no son lo mismo a pesar de utilizar cuerdas para producir música y de que no es al final que se gana un torneo, sino al comienzo, cuando la pesca es más abundante por estar tranquilas las aguas.
Todos sabemos en República Dominicana que esta campaña arrancó el mismo 17 de agosto del 2016, momento en que el PLD optó por gobernar el país a través del poder absoluto, ejerciendo un dominio total de las cámaras legislativas, la autoridad judicial, la fuerza pública y el sistema fiscal, lo que le permitió gobernar con una total impunidad y quebrar miserablemente el sagrado fuero de la institucionalidad.
Y fue ahí —hace cuatro años— cuando se inició esta campaña que culminará el próximo 5 de julio, la cual dividió el país entre los que desean seguir chupando alegremente la teta del estado y los que anhelan, entre otros cambios, que se asiente un sistema legislativo que diga NO cuando desde el palacio presidencial se desee imponer alguna inmundicia con el SI, un procurador general al que le duela la delincuencia y una justicia que, verdaderamente, cubra sus ojos con una venda.
Usualmente, las rectas finales sirven de escenario para descargar campañas negativas, esas campañas contentivas de actos punibles de los candidatos, y en los cronogramas estratégicos suelen programarse en el timing abocado a los días u horas anteriores a la votación, para evitar que los contrarios puedan reaccionar a tiempo, responder lo mostrado en los anuncios y el golpe sorpresa surta lo esperado.
Sin embargo, en esta recta final no ha habido tales sorpresas, porque desde las primarias celebradas en el mes de octubre pasado lo hemos visto todo: una corrupción creciente vehiculada a través del engaño, actos de nepotismo, de prevaricación y el uso excesivo del poder, un dominio que se ha apoyado en esta pandemia para —con tácticas vergonzosas— tratar de sacar provecho del dolor y la indigencia de un pueblo acorralado.

Que no quepa duda, el próximo 5 de julio se impondrá el voto castigo hacia el PLD [sin importar lo malo o lo bueno que sea su candidato]; un voto castigo que resumirá holísticamente la indignación de ocho años de una administración estatal que convirtió el país en un paraíso de corrupción, abrigado en una desmesurada compra de periodistas, en una irritante propaganda, en mendaces datos de crecimiento y, sobre todo, en un desdichado correlato de falsedades que vulneró sueños y esperanzas.
Por eso, el voto castigo está decidido y no creo que el deseo del pueblo de cambiar y borrar del escenario las odiosas caras que han protagonizado la corrupción que vivimos, pueda ser alterado.
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