Con este título cacofónico no deseo hacer ningún juego de palabras. Todos los gobiernos del mundo actúan en medio de fuerzas políticas que condicionan sus decisiones y propósitos. Los gastos de una guerra, por ejemplo, acogotaron los impulsos de Hitler en la Alemania de mediados del siglo XX. Ciclones y terremotos pueden causar problemas parecidos a los gobernantes. El terremoto de Portugal, en 1755, determinó el perfil urbanístico de Lisboa; el ciclón de San Zenón confirmó la autoridad de Trujillo en 1930.
El gobierno del Presidente Abinader trabaja hoy oprimido por una epidemia, por una crisis laboral y un descenso importante de la actividad económica. Tiene, además, la resistencia asordinada de los grupos que salieron del poder en las pasadas elecciones.Son visibles las dificultades financieras que tendrá que enfrentar el gobierno con motivo de la caída del turismo. Un gran número de dominicanos desea que el nuevo gobierno salga airoso de tantos retos simultáneos. Hace apenas un mes entraron los nuevos inquilinos al Palacio Nacional.
No es correcto exigir resultados de una gestión en tan corto tiempo. Aun los funcionarios no tienen amarrados todos los resortes administrativos para evaluar la situación del país, tras el confinamiento por el virus y los aplazamientos electorales.
Tanto en la física como en la política hay lo que llaman «paralelogramo de las fuerzas». Un problema añadido a otro causa mayores malestares en una población que espera, ansiosa, el auxilio del gobierno.
Los crímenes y mutilaciones de los inmigrantes ilegales haitianos constituyen una dolorosa y repetida tragedia sin solución a la vista. Los editoriales de los periódicos tradicionales mencionan este problema; y lo agregan a los demás problemas «heredados» del gobierno anterior. No se trata de lo que llaman «el Estado profundo», de los poderes fácticos establecidos que puedan influir en el gobierno. El «gobierno del gobierno» son las circunstancias que le rodean en un momento de crisis: sanitaria, económica, laboral y migratoria.