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El Amor

Y aquí, el maestro Rafael Solano hizo de esas ideas un himno al amor. Platón asegura que el cielo se mueve por amor, Solano afirma que “Por amor se han creado los hombres en la faz de la tierra”.

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Por: Nobel Alfonso T.

Amor es, sin dudas, una de las palabras de inspiración más utilizada en poemas, canciones, películas e imaginación literaria; brota como flor silvestre en los temas de conversación simple o sofisticada, aunque solo fuere para figurarse ilusiones de la vida o recordar tiempos y episodios de felicidad o desventura, de amor o desamor.
A lo largo de la historia la gente común se ha preguntado, junto a los filósofos, ¿Qué es el amor? ¿Es consustancial con la vida? ¿Se aprende a amar? ¿Cómo se expresa el amor?
Platón, en la antigua Grecia, plantó sus definiciones filosóficas y poéticas del amor.
Y aquí, el maestro Rafael Solano hizo de esas ideas un himno al amor.
Platón asegura que el cielo se mueve por amor, Solano afirma que “Por amor se han creado los hombres en
la faz de la tierra”.

¿Es lo mismo el amor a una persona que amar el trabajo, la patria?
¿Y cómo se sienten el amor a la verdad, a la justicia, a la ciencia, al arte?
¿Cómo expresamos aquello del amor a Dios?
¿Y cómo concebimos el amor de Dios?
¿Es divino el amor entre los hombres?
El amor, Eros en griego, es el tema que se trata muy abierta y profundamente por un grupo de filósofos en
El Simposio, más conocido como El banquete, obra de este enorme filósofo que fue Platón.
Este banquete que relata Platón lo convocaba el poeta Agatón, el dialogo de ideas se producía a partir de
un elogio del amor.
Agatón introdujo el tema diciendo que el amor era bello, bueno y que el amor anhelaba, deseaba, tendía a
lo bello, a lo más sublime del ser.
Dice Agatón que todo deseo representa el anhelo de algo que no se tiene, y que se apetece tener.
O que, si tenemos ese algo, dudamos de tenerlo mañana, y lo deseamos tener siempre.
Concluye Agatón que si Eros, Amor, aspira a lo bello, no puede ser él mismo bello, sino necesitado de
belleza y por eso entonces, Eros, Amor, no es un dios, pues no es posible un dios sin belleza.
El florido planteamiento de Agatón suscitó un coro de admiraciones.

Cupido (llamado también Amor en la poesía latina) es, en la mitología romana, el dios del deseo amoroso.

Apenas aplacadas las lisonjas, Sócrates, maestro de Platón, humildemente renuncia a pronunciar un
discurso y dice no sentirse capaz de competir con Agatón y su coro.
"Yo creía tontamente que es menester decir la verdad acerca de lo que se elogia, pero por lo visto no es así,
y lo que ha importado aquí es acumular alabanzas hiperbólicas, atribuyendo al amor lo más grande y bello
que se pueda encontrar, sin preocuparse de si es verdad", dijo Sócrates, encarando a Agatón que sus
palabras acerca del dios Eros, Amor, eran bastante huecas y escondían contradicciones dentro de su belleza
y pretendida persuasión.

Sócrates confiesa con humildad que a él le ocurrió lo mismo; que él creía que el amor era bello y bueno,
pero que Diótima, una sacerdotisa, fue quien respondió a sus inquietudes.

Si el amor no es bello ni bueno, razona Diótima, ¿será entonces feo y malo?.

Ciertamente no, el no ser bello ni bueno no implica necesariamente el ser feo y malo, como el no ser sabio no implica necesariamente ser ignorante.
Entre belleza y fealdad –bondad y maldad–, como entre sabiduría e ignorancia, hay términos medios, y este
es el caso del amor.
Por ello, al amor no tiene que considerársele, como hacen muchos, como un gran dios, ya que no se les
puede negar a los dioses la belleza y la bondad.
El amor no es un dios, ni un mortal, es un gran intermediario entre dioses y mortales.
La idea es sencilla: el amor es el camino, el nexo de unión con aquello que llamamos perfecto, divino,
hermoso; sirve de enlace y comunicación llenando el vacío que existe entre lo visible y lo invisible.
Por amor somos capaces de hacer y vivir lo heroico que el cuerpo biológico no puede concebir.
Por amor uno deja su tranquilidad y comodidad y entrega su vida al servicio de los demás, sea curando a
enfermos o enseñando a niños.
Por amor la buena actitud de servicio puede empezar por barrer un suelo.
Por amor tenemos la paciencia de escuchar, de entender y resolver un problema ecológico o social.
Por amor ponemos en nosotros un poco de belleza física, practicamos la cortesía.
Por amor rechazamos el materialismo egoísta y abrazamos los dictados de la conciencia para vivir en el
bien.


El amor es uno de los aspectos más importantes en nuestra vida. Innumerables veces, las lágrimas o la
emoción nos embargan por razones de amor.
Pero ¿a qué llamamos amor?
¿Es el amor el deseo sexual?
¿O es algo más?
¿Es lo mismo amar a los padres, a los hijos, a los amigos, a nuestro compañero, compañera?
¿Y el amor a nuestro perro, o gato, o periquito?
¿Y el amor a nosotros mismos es solo egoísmo?
El tema del amor es mucho más amplio de lo que nos sugiere la primera impresión de la palabra.
El amor llena un vacío emocional entre lo visible y lo invisible
El amor anhela poseer un bien con la intención de que dure siempre.
El amor se convierte en deseo de inmortalidad.

¿Cómo lo consigue?

La respuesta arranca del proceso de la germinación en la naturaleza.
La procreación es el único camino de la naturaleza para perpetuarse.
La naturaleza logra la perpetuación con la fecundación.
Las rosas no son eternas, pero cada primavera tenemos nuevamente su perfume, limpio, joven.
Platón concibe esta misma ley para la naturaleza espiritual: el anhelo de reproducción no se limita al
cuerpo, sino que tiene su analogía en el alma.
La fecundidad del alma es muy superior a la del cuerpo; se manifiesta en obras de pensamiento, arte,
poesía e inventos de toda especie.
Los seres dotados de esta fecundidad según el alma, se aferran de lo bello; es el amor de un artista por su
creación o de un maestro por su alumno.
Por amor uno se esfuerza en transportar el ser, la piedra o la idea hacia su máxima perfección,
desarrollando todas sus posibilidades latentes.
La idea del amor funciona como una paideia, una cultura o actividad formativa.
Desde Platón se insiste en que hay que aprender a amar y establecer el amor como cultura humana.
Hace falta aprender a amar porque en nuestro mundo falta mucho Amor.
Hace falta volver a tender la mano al necesitado.
Hace falta un amor que nos haga vencer el miedo a dar, dar generosamente lo mejor que tenemos, dar una
caricia, dar una sonrisa, dar atención, tiempo, fe, confianza, lo que sea… pero dar.
Necesitamos un amor transparente que nos limpie del barro del materialismo.
Un amor que nos habla de recibir, de ser amados.
Hay que descontaminarse y, al dar y vaciarnos de todo lo que sobra, entrará de nuevo no solo el canto de
los pájaros y de los ríos, sino las voces de los que sufren y no escuchamos.
Hace falta el amor que deja a los demás vivir en libertad.
Amar las esperanzas, las nuestras y las de los demás.
Componer en el alma los versos que nunca hemos escrito pero sentimos.
Anhelar los besos que no hemos dado pero imaginamos disfrutar.
Mirar el poder infinito del amor en el universo, del cual brota el sentido sagrado de la vida.
El amor que nos hace sentir la fuerza del bien que siempre nos acompaña…