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Periódico Digital de República Dominicana

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Viuda de Caamaño narra su vida junto al Caamaño Deñó y su familia

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María Paula Acevedo define la época como “una gran odisea”

María Paula Acevedo (Chichita), viuda del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó fue una fuente de apoyo para su esposo tras el estallido de la Revolución de Abril de 1965, cuando él se convirtió en el principal líder militar de la época.

Caamaño, fiel a sus convicciones encabezó el movimiento creado por el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, que tenía el objetivo de restablecer la constitución de 1963. Durante la época, Acevedo, en su rol de madre y esposa, procuró el bienestar de su familia a pesar de las peligrosas situaciones en las que se vieron envueltos.

En una entrevista realizada hace siete años para el programa radial «Revista Dominical Dejando Huellas», transmitido por CDNRadio y producido por Onorio Montás, que también contó con la participación de Rafaela Caamaño Grullón (Fellita), prima del coronel, donde las mujeres informaron sobre testimonios y hechos ocurridos en la Revolución de Abril que son desconocidos por gran parte de la población dominicana.

“Antes de abril yo llevaba una vida normal como esposa de un militar”, recordó Acevedo. 

Contó que el militar Rafael Tomás Fernández Domínguez, amigo de la infancia de Caamaño, envió una carta al coronel en la que le decía que quería conversar con él, por lo que ambos acordaron reunirse con discreción en una finca posesión de Fausto Caamaño Medina, su padre, quien había sido un destacado militar durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

Acevedo dijo que notó a su esposo muy pensativo luego de aquella conversación y, a pesar de ser un hombre de poca comunicación, le reveló que Fernández Domínguez le había pedido formar parte de la conspiración que se estaba organizando para retornar a Juan Bosch al país.

Aunque estuvo dudoso al inicio, el coronel terminó por aceptar la propuesta debido a la determinación de los demás individuos dispuestos a participar en la revuelta.

Según cuenta Acevedo, luego de que Caamaño manifestara sus dudas a su amigo, Fernández le respondió que lo piense bien, debido a que la rebelión se haría con o sin su participación.

Para este momento, Caamaño y su esposa residían junto a sus hijos en la avenida Francia y se encontraban restaurando una vivienda en la Pedro Livio Cedeño, donde estaban residiendo cuando inició la revolución.

Acevedo afirmó que cuando Caamaño le informó que se encontraba conspirando en contra del gobierno le entregó mapas de Ciudad Nueva para que fuera ella quien los guardara y notó que su marido quería que ella tuviera el conocimiento de la envergadura de la situación en la que estaba involucrado.

Aseguró que en ocasiones se le veía muy tenso, como si se hubieran filtrado informaciones que debían permanecer ocultas.

“El 24 de abril, como a las 1:30 pm suena el teléfono de mi casa, era el coronel Giovanni Gutiérrez, quien me dijo alterado que le llame a Francis, que ya comenzó”, explicó.

Acevedo dijo no haber entendido a qué se refería, por lo que le pasó el teléfono a Caamaño, quien tras colgar la llamada le informó a su tío, Alejandro Deñó (Chibú) que tenían que salir y le pidió que se quitara el uniforme de Mayor de la P.N. que llevaba puesto y se fueron al campamento 16 de agosto donde hoy queda la UNPHU.

En ese momento, le pareció que todos sabían cuál sería su papel en los acontecimientos que tendrían lugar momentos más tarde.

Caamaño tomó un fusil que guardaba en el closet y le preguntó a María Paula que debía hacer. Ella le contestó que debía ir.

Es así que en una “guagua” de Coca Cola que le tomó prestada a su hermano Manolo, Francisco Alberto Caamaño y Alejandro Deñó abandonaron la casa y emprendieron su camino hacia la casa de una de sus tías, cerca del campamento que se instaló en la carretera Duarte, donde se inició la revuelta.

A partir de ese día, pasó un tiempo antes de que Caamaño y su esposa pudieran volver a reencontrarse. 

Los días siguientes a la revuelta fueron cruciales, hasta que las personas se aglutinaron nuevamente, luchando por lo que creían que era correcto. 

Con la entrada de los norteamericanos al país, al inicio de la revolución, Acevedo decidió tomar a sus hijos e irse a la embajada de Argentina, ubicada en la Máximo Gómez frente al Palacio de Bellas Artes, junto a la esposa y los 5 hijos del coronel Manuel Ramón Montes Arache comandante del Cuerpo de los Hombres Ranas de la Marina de Guerra.

Contó que en ese entonces dormían sobre papeles en el suelo hasta que Caamaño pudo enviarle dos colchones, puesto que la embajada no les proveía ningún recurso para subsistir.

Durante su estadía en el lugar, el nuncio Monseñor Emanuele Clarizio, fue a visitarla y, según comentó Acevedo, fue la primera vez que tuvo una reacción violenta desde el inicio de la revolución. La causa fueron las palabras de Clarizio, quien le pedía ¨que se fuera y decía que luchaban por una causa perdida que abandonara la embjada¨.

“Me quedé mirándolo y le dije: Usted vestido de blanco, con esos botoncitos de púrpura es el emisario del señor… ¿Usted no se está dando cuenta que esos botoncitos están salpicados de sangre?”, detalló y acto seguido, le pidió que abandonara el lugar.

 y permanecimos hasta el 17 de junio y fuimos a juntarnos con el presidente Caamaño en un apartamento en la calle Sánchez a lado del Edificio Copello 

Luego partimos a Londres, “Fue una odisea muy grande, porque yo salí embarazada allá en Londres y regresé con Fellita, pero él estaba todavía allá”, manifestó.

Esto se debe a que, luego de pasar un tiempo instalados en Londres, Rafaela Caamaño decide regresar al país. Fellita contó que su primo deseaba que ella regresara, a pesar de que él nunca se lo hubiera pedido.

“Me dijo que si los norteamericanos no salían él viajaría a América Latina a denunciar lo que estaba sucediendo”, declaró Rafaela.

A su vez, explicó que el coronel Caamaño no estaba de acuerdo con el regreso de su esposa al país, sino que prefería que se mantuviera en Londres, preocupado por la situación.

“Yo nunca había visto a un hombre amar tanto a una mujer como quiso Francis a Chichita, por eso yo siempre le doy apoyo a ella, hasta el último día de mi vida”, señaló.

Maria Paula Acevedo Guzman ( Chichita), viuda del coronel Francisco Alberto Caamaño Deño

María Paula Acevedo viajó a Santo Domingo y dio a luz su primera hija Paola en el país el 17 de enero y para el 18 de febrero viajó a España, donde nuevamente se reencontró con su esposo.

Caamaño viajó a Cuba en octubre de 1967 y no se reencontraron hasta principios de 1969, cuando ella y sus hijos lograron trasladarse hasta él. El objetivo del coronel era retornar al país y luchar contra el gobierno de Joaquín Balaguer.

El 3 de febrero de 1973, nueve hombres bajo el mando de Caamaño desembarcaron en la Playa Caracoles con la intención de iniciar un frente guerrillero contra Balaguer, sin embargo, tan solo 13 días después, las Fuerzas Armadas anunciaron su muerte junto a dos de sus compañeros en San José de Ocoa.

Antecedentes de la Revolución 

Caamaño, quien había comandado el Cuerpo de Cascos Blancos de la Policía Nacional, fue expulsado de la institución luego de una discusión con Belisario Peguero, jefe de la entidad tras la caída de la dictadura, ocasionada por el desacuerdo mostrado por Caamaño a las acciones de su superior.

En la discusión también estuvo involucrado el coronel José de Jesús Morillo López, conocido como Morillito. Al ver que el altercado se hacía cada vez más violento, él y Caamaño abandonaron el lugar y se vieron forzados a apertresarse en Campamento Duarte de la Polícia Nacional.

“Peguero era un corrupto, todo lo que se decía de él era verdad”, aseguró Acevedo.

Dijo que repetidas veces, el jefe de la policía le ofreció a su marido diversos regalos y beneficios que este se negó a aceptar. Además, le pidió a ella que hiciera lo mismo.

Para Acevedo, los momentos más difíciles para su familia ocurrieron cuando enviaron a Caamaño a trabajar en la cárcel La Victoria, custodiada por el ejército nacional, donde se desempeñó como comandante.

Al lugar frecuentemente llegaban presos políticos de Trujillo, entre ellos personas que fueron compañeros y amigos de la infancia de Caamaño.

“Él no dormía, las mandíbulas le sonaban, se comía las uñas… todos los días llegaba con una amargura diferente”, relató su viuda.

Destacó que durante ese tiempo cambió su forma de pensar a raíz de las vivencias a las que se exponía. Afirmó que debido a su preocupación, al ver cómo su esposo se convertía en una persona malhumotada, decidió llamar a su suegro para que lo sacaran de allí.

Es entonces cuando Fausto Caamaño se dirige hacia Mozo Bonetti, jefe del ejército en el momento, y gestiona la salida de su hijo, quien tras recibir tratamiento del psiquiatra doctor Antoio Zaglul logró retomar sus convicciones.

“La revolución de abril marcó un hito histórico en América Latina porque fue el despertar de los pueblos”, concluyó Acevedo, quien falleció el pasado 7 de enero debido a complicaciones de salud.

Maria Paula Acevedo viuda  Caamaño junto a su inseparable Fellita Caamaño Grullón