Las Batallas de Santomé, Cambronal, Las Matas y Sabana Mula: acciones decisivas del pueblo dominicano por la consolidación de la Independencia Nacional

Entre los años 1850 y 1855 el gobierno dominicano, con la mediación de las tres grandes potencias que tenían representación diplomática en la República Dominicana (Inglaterra, Estados Unidos y Francia), buscó imponerle al gobierno haitiano un “Tratado de paz definitiva o sino una tregua de diez años entre el Imperio de Haití y la República Dominicana”.
Ese tratado el emperador haitiano Faustino Soulouque nunca lo quiso firmar formalmente, pero ante la decisión de Inglaterra y Estados Unidos de garantizar el cese de la guerra entre ambas naciones, sin mengua de la soberanía nacional, se logró que durante cinco años no hubiese hostilidades de gran significación.
Las hostilidades que llevó a cabo el gobierno haitiano contra la República Dominicana en este período de relativa calma se limitaron a pequeñas escaramuzas o incursiones en la Caleta, Cachimán y Postrer Río, así como constantes presencias de maroteadores haitianos en territorio dominicano, lo que fue rechazo tenazmente por las tropas dominicanas apostadas en la zona fronteriza entre ambos países.
Sin embargo, el 10 de diciembre de 1855 el emperador haitiano Faustino Soulouque rompe la prolongada tregua de cinco años e invade el territorio dominicano con un contingente de 30,000 hombres, que divide en tres columnas: la primera por el Norte, al mando del general Decayette, quien había sido nombrado por el gobernante haitiano Conde de Jimaní; la segunda, por el centro, a cargo del propio emperador Soulouque; y la tercera, por el Sur, al mando del general Garat, Conde de Roseaux.
El 18 de diciembre de 1855 la columna del ejército haitiano dirigida por Soulouque es dividida en cuatro brigadas al mando de los generales Miltón, Therlongue, Víctor Joseph y Antoine Pierre, la cual desalojó, después de un fuerte tiroteo, a las avanzadas dominicanas que ocupaban La Meseta, y se posesionaron del Fuerte de Cachimán, amenazando al coronel Aniceto Martínez, situado con fuerzas dominicanas en el cantón de Comendador, que al no poder resistir el empuje de los invasores se ve obligado a replegarse bajo fuego sobre Las Matas de Farfán.

- La Batalla de Santomé
En los últimos días del mes de diciembre de 1855 el general José María Cabral había sido designado por el presidente de la República, general Pedro Santana, como Jefe Superior de la Línea Fronteriza Sur, siendo segundo al mando el coronel Eusebio Puello y estando bajo sus órdenes el también coronel Aniceto Martínez. La carta entregada por el general Santana al general Cabral rezaba así: “Desgraciado de usted, General, si los haitianos beben el agua del río San Juan”. Esto significaba, para el general Cabral, una clara sentencia de muerte.
Los espías enviados por el ejército dominicano a la frontera sur daban cuenta de la aglomeración de tropas haitianas en las comunes de Hincha y Las Caobas. Ante lo cual, el general Cabral comprendió que se trataba de una invasión poderosa del ejército haitiano, por lo cual se apresuró a tomar las medidas que demandaban las circunstancias del momento, procediendo a concentrar las pocas fuerzas de que disponía en los puntos por donde suponía el enemigo podría atacar y las tropas dominicanas estaban en capacidad de defender. Esto le llevó a informar al Gobierno sobre lo que pasaba en la frontera sur.
El Gobierno Dominicano no perdió tiempo, procediendo a embarcar para Azua los regimientos de infantería al mando de los coroneles José María Pérez Contreras y Juan Ciriaco Fafá; puso a la media brigada de artillería bajo las órdenes del coronel José Leger. También hizo un llamado a las armas a todo el país, para que estuviera presto a defender a la República Dominicana de una nueva invasión, fruto de la demencia y el delirio de grandeza del general Faustino Soulouque. De igual manera, las tropas de la provincia del Este y los batallones de San Cristóbal y Baní desfilaban también en aquellos momentos hacia las fronteras, nombrando al general Juan Contreras, Jefe Superior de Operaciones.
El ejército dominicano hostigado por el gran número de soldados del ejército haitiano venía retrocediendo. Luego del combate de Las Matas de Farfán, sostenido por las tropas dominicanas, bajo las órdenes del general Juan Contreras, el mando fue tomado directamente por el general Cabral, quien escogió el campo de batalla que le pareció más propicio para la defensa de aquella llanura: el ala derecha estaba cubierta con el fundo de Pepe Herrera; el ala izquierda estaba situada en el camino que conduce a Chalona; mientras que su centro se extendía por la parte oriental del arroyo de Lora.
Tres mil hombres del ejército dominicano debían resistir el ataque de doce mil quinientos que integraban el contingente de las tropas haitianas, al mando del emperador de Haití, general Faustino Soulouque. A las ocho de la mañana del 22 de diciembre de 1855, las avanzadas de ambas tropas comenzaron a tirotearse, procediendo a generalizarse el combate tiempo después. Los cañones haitianos tronaban furiosos sin interrupción, al tiempo que doce mil quinientos fusiles descargaban su metralla sobre los defensores de la patria, quienes resistieron heroicamente, al comprender lo que significaría una derrota para el país.
El general Cabral, atento a las emergencias de aquel combate decisivo, va en auxilio de su ala derecha, que flanqueaba ante la embestida continua del enemigo, llevando como refuerzo el batallón de San Cristóbal. Cabral desalojó tres veces a los haitianos del fundo de Pepe Herrera y tres veces éstos volvieron a ocuparlo, y siguió combatiendo, dejando a los haitianos en posesión de este.
A las once de la mañana las tropas dominicanas comenzaron a retroceder en buen orden, haciendo acto de heroísmo donde quiera que la oscilación del terreno lo permitiera, aunque fuera una débil defensa. A pesar del heroísmo de los jefes Juan Contreras, José María Pérez, Blas Maldonado, José Leger, Bernardino Sandoval, Eusebio Puello, Santiago Suero, Aniceto Martínez y el general José María Cabral, así como muchos otros que se disputaron palmo a palmo el terreno, era imposible resistir aquella avalancha de fuego que los diezmaba sin ninguna esperanza de triunfo.
En esas circunstancias, el general Cabral se acerca a su amigo el coronel Eusebio Puello y le dice: “Se aproxima la hora de morir; si tú sobrevives, cumple lo que te voy a encargar…”. Eran la una de la tarde cuando el ejército se replegaba en buen orden, guareciéndose en el borde del monte que separa la sabana de Santomé del río San Juan, teniendo allí un corto respiro.
El general Cabral había enviado a un ayudante suyo horas antes a buscar el batallón de Baní, que ese mismo día había despachado para Neiba a dar refuerzo al general Santiago Sosa, encontrándolo en el paraje de La Culata, situado a varios kilómetros de la ciudad de San Juan de la Maguana. Eran las dos y media de la tarde cuando el batallón de Baní llegó, momento en que entraban las tropas haitianas por los distintos caminos que conducen a la sabana de Santomé.
El general Cabral se encontraba preparado para ese momento. El ejército dominicano recibe al ejército haitiano con una lluvia de fuego, procediendo a encenderse el pajón de la sabana, al tiempo que el viento arrojaba el humo y la candela sobre las tropas haitianas. Y Cabral, que había jurado triunfar o morir en aquella jornada, teniendo muy fija la idea de que “no estoy aquí para cuidar mi vida, sino para salvar la independencia nacional”, empuña una bandera y grita a sus soldados: “¡Adelante, amigos míos! La Virgen de las Mercedes está con nosotros. ¡El triunfo es nuestro!”, y encaminó su caballo hacia el enemigo.
En ese momento el abanderado del batallón de Baní, Hipólito Caro, se precipita delante de Cabral y clava su bandera casi entre los pies del enemigo. El batallón se lanza en pos de su bandera, y el ejército entero, como movido por un resorte, sale del bosque, entra en la ceniza candente de la paja quemada y se arroja sobre los haitianos con una fiereza jamás vista.
Las tropas haitianas retroceden ante el primer empuje, pero vuelven a rehacerse y a combatir. Sin embargo, los dominicanos, que tienen más confianza en el filo de sus machetes que en las balas de sus fusiles, avanzan siempre, con el propósito de entrar al arma blanca y sembrar el terror en las filas enemigas, lo que logran de buena gana, segando vidas haitianas al terrible golpe de sus aceros. Los haitianos intentaron resistir el ímpetu furioso con que se les atacaba, pero fue totalmente imposible, ya que allí todo era confusión, estrago, sangre y muerte, hasta que finalmente el ejército haitiano, completamente mutilado, se desbandaba en todas direcciones, siguiéndole el ejército dominicano a muy corta distancia, porque el cansancio le impidió ir más lejos en la persecución. Entonces, el general Cabral, viendo que la noche se le venía encima, persigue a los derrotados con algunos oficiales de su Estado Mayor, ya que la caballería se había extraviado en esos momentos decisivos.
Como en su trayecto el general Cabral hacía prisionero a todos los soldados haitianos que encontraba y los enviaba con algún oficial de su Estado Mayor al campamento, se fue quedando casi solo y al llegar al arroyo de Lora se encontró con el Conde de Tiburón, general Antoine Pierre, que era el jefe de las tropas haitianas, empeñado en contener la derrota de los suyos. En ese momento el general Pierre descarga su carabina sobre el general Cabral y éste a su vez descarga la suya sobre la cabeza del general haitiano, quien cae bañado en sangre, desmontándose Cabral inmediatamente del caballo para hacerle prisionero. Pero Pierre, valiente y astuto oficial, se hace el muerto y le echa mano a la espada del general Cabral ante un descuido suyo, pero el oficial dominicano, con la prontitud de la situación, aplasta la cabeza del general haitiano con la culata de su carabina. Gracias al estupor de los soldados haitianos aglomerados frente al cadáver del general Pierre, el general Cabral pudo montar a caballo y arrastrarle consigo hacia la sabana de Santomé, lugar en el que posteriormente sería enterrado, y donde se encontraba aún el victorioso ejército dominicano, el cual habría de dormir allí después de un día tan fatigoso.
El emperador Soulouque pasó la noche en el cercano cerro de Punta Caña, próximo al poblado de Pedro Corto, donde se fortificó con una gran trinchera, teniendo que retirarse el día siguiente con una gran derrota sobre sus espaldas.
Fue así como el 22 de diciembre de 1855 las tropas dominicanas, al mando del general José María Cabral, lograron un triunfo completo sobre el ejército haitiano, el cual fue derrotado y puesto en vergonzosa fuga en la sabana de Santomé. En esta batalla el ejército invasor pierde 695 efectivos, entre ellos el general Antoine Pierre, oficiales, clases y soldados, así como también 85 cajas de tiros y un abundante equipo militar. Entretanto, las tropas dominicanas solo perdieron 20 soldados y tuvieron un saldo de 37 heridos.
Los oficiales, clases y soldados que más se destacaron en la Batalla de Santomé fueron el general José María Cabral, que tenía a su cargo la jefatura y la vanguardia del ejército dominicano; el general Juan Contreras, quien iba en el centro de las tropas que se enfrentaron en esta acción bélica; el general Bernardino Pérez, que, aunque mandó a tocar retirada en un momento del combate creyendo que las fuerzas dominicanas habían sido derrotadas, luego se reintegró con gran arrojo en la etapa final del combate; el coronel Santiago Suero, quien estaba al mando de los cuerpos de Las Matas y San Juan de la Maguana; el coronel José María Pérez, quien estaba al mando del 2do. regimiento del Ozama; el comandante Miguel Suberví, quien estaba al mando del batallón de Higüey; el comandante Juan Ciriaco Fafá, jefe del 1er. regimiento dominicano; el oficial Pedro Contreras, encargado de llevar el parte oficial del triunfo; el sargento de granaderos Marcos Jimenes, encargado de hacer las exploraciones del terreno y el sargento de tambores Julián Belis, quien tocó fuego y ataque, haciendo caso a su jefe inmediato, en lugar de tocar retirada, como había ordenado el jefe superior.
- La Batalla de Cambronal
El ejército haitiano que marchaba sobre Neiba estaba dividido en tres columnas fuertes, cada una compuesta de dos mil hombres. La primera estaba dirigida por el Duque de Jacmel, general Toussaint Pierre, que operaba del lado de Petitrou para caer al Rincón; la segunda, estaba bajo las órdenes del Conde de Roseaux, general Pierre Riviere Garat, quien venía del lado de Jimaní, y la tercera, al mando del general Rebecca, marchaba por la Descubierta.
Las instrucciones que tenían los generales haitianos era atacar simultáneamente a Neiba, ocuparla, y allí el general Toussaint Pierre tomaría el mando en jefe hasta llegar a Azua, donde se pondrían nuevamente bajo las órdenes del emperador Faustino Soulouque.
El 18 de diciembre fueron sorprendidas las avanzadas dominicanas de Postrer-Río, Baitoa y Las Damas, sin poder resistir el primer empuje de las numerosas fuerzas enemigas, y temiendo ser envueltas por la columna que venía por la Descubierta, el jefe del regimiento de los Neiberos, coronel Lorenzo de Sena, tomó la decisión de replegarse hacia la ciudad de Neiba, salvar las familias y abandonar la población, para bloquearla después de ocupada por las fuerzas enemigas. Así se produjo, y en la tarde del 19 de diciembre de 1855, las tres divisiones haitianas entraron a Neiba, encontrándola totalmente desierta.
Recibiendo el general Santana informaciones sobre estos sucesos, envió tropas desde su Cuartel General de Azua para auxiliar al regimiento de los Neiberos, con los siguientes refuerzos: un batallón seibano, al mando del coronel Eugenio Miches; un batallón azuano, al mando del comandante Elías Jimenes; un batallón de Llaneros, al mando del comandante Elías Flores. Estas fuerzas llegaron el día 21 de diciembre de 1855 a Barranca, lugar ubicado entre Azua y Neiba, donde tenía su centro de operaciones el general Francisco Sosa.
Una vez el general Sosa tomó la decisión de atacar las tropas haitianas, el comandante del regimiento Neiberos, coronel Lorenzo de Sena, se acercó al oficial y le dijo: “General Sosa, nosotros bastamos para defender nuestro pueblo contra Haití. Aguárdese aquí con los refuerzos que manda el Presidente; pues queremos que la primera tajada sea de los Neiberos”. Esa misma noche, 400 neiberos marcharon sobre el pueblo, y al amanecer el 22 de diciembre se presentaron frente a las trincheras, desafiando a los 6,000 haitianos que las defendían.
Como a las ocho de la mañana, salió a atacarlos la división que dirigía el general Garat: los Neiberos fingieron estar derrotados para atraer el enemigo a Cambronal, espacio angosto ubicado a dos leguas al Este de Neiba, lo que consiguieron. Eran las once de la mañana cuando se produjo el combate y con los primeros tiros cayó muerto el general Garat, de una bala que le atravesó las sienes. El soldado que lo mató era un joven de apenas 18 años, quien se apoderó del caballo y de la carabina que Garat siempre llevaba consigo y con la cual, según la historia, había asesinado al Emperador Dessalines en 1806, con tan sólo 17 años de edad.
El mayor general Senneville fue quien reemplazó a Garat, quien apenas salió al frente, animando a sus soldados ya desmoralizados, cayó herido de una bala en el pecho que le atravesó la placa de condecoración que llevaba. Eran alrededor de la dos de la tarde, cuando las primeras líneas haitianas acometidas por el machete de los dominicanos comenzaron a retirarse, siendo tal la confusión que se creó a causa de la estrechez del terreno, que finalmente se convirtió en una retirada en completa fuga.
Los valientes de Neiba se hicieron dueños del campo de batalla, que cubrían más de trescientos muertos y heridos del ejército haitiano, quedando en su poder 27 prisioneros, gran número de carabinas, águilas, cajas de guerras, municiones y condecoraciones. De la parte dominicana, tan sólo hubo la pérdida lamentable de cinco personas y trece heridos, la mayoría de los cuales muy levemente. Esa misma noche las fuerzas auxiliares, engrosadas con las de Barranca, Rincón y Fundación, marcharon para unirse al regimiento de los Neiberos, que estaban acampados en Las Marías.
El 24 de diciembre por la mañana, cien neiberos, al mando del coronel Lorenzo de Sena, destrozaron dos compañías haitianas que cubrían la entrada de la población por el lugar de Manason, y allí se instaló la avanzada del ejército dominicano. Esa tarde se supo en el campamento de la victoria obtenida por las tropas dominicanas en la Batalla de Santomé. Y, como a eso de las once de la noche, mientras el general Francisco Sosa instruía que al amanecer se ocupara el cementerio para cortar la retirada del enemigo, los espías informaron que éste ya comenzaba a desalojar la plaza en completo desorden. Fue entonces cuando salieron 200 hombres de Barbacoa al mando del comandante José Perdomo a picarle la retaguardia. Esos hombres regresaron al día siguiente en la tarde cargados del botín, llevando entre otros objetos uno de los baúles del Duque de Jacmel y conduciendo hacia el campamento una gran cantidad de prisioneros.
- La acción de Las Matas
El 23 de diciembre de 1855 se llevó a cabo la acción bélica de Las Matas de Farfán. En el parte informativo enviado por el coronel Aniceto Martínez a los generales Juan Contreras y Bernardino Pérez, jefes de las operaciones del Sur, el 24 de diciembre, expresa lo siguiente:
“Participo a ustedes que anoche hemos llegado frente al pueblo de Las Matas, donde se hallaba posesionado el enemigo; nos hemos apoderado del fuerte, le hicimos fuego con una pieza de artillería, y al momento desocupó la población de Las Matas en una completa derrota, sin haber tiempo de incendiarla, como acostumbra. Nuestras tropas van en su persecución, hasta ponerlo fuera de nuestros límites” (Emilio Rodríguez Demorizi, 1957: 308).
Esto pone de manifiesto una vez más la clara disposición de las tropas dominicanas a expulsar del territorio nacional a todas aquellas tropas del ejército expedicionario haitiano que pretendiera mancillar nuestra soberanía, para despejar la más mínima duda en torno a la firme determinación del pueblo dominicano de configurarse como nación libre e independiente de toda dominación extranjera.
- La acción de Sabana Mula
El 24 de diciembre de 1855 las tropas haitianas son derrotadas vergonzantemente en Sabana Mula, Bánica, en vista de lo cual el emperador, general Faustino Soulouque, se dirige hacia Juana Méndez, lugar donde establece su Cuartel General.
En el camino fusila un gran número de oficiales para justificar su derrota, bajo el pretexto de que abandonaron el campo de batalla. Entre los generales y oficiales fusilados en el poblado fronterizo de Bánica estuvieron los generales Voltaire Castor y Alexis Toussaint, así como los coroneles Belliard y Bramante.