Periódico Digital de República Dominicana

Me refiero a la vulgaridad…

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En el camino a la disolución lo primero que se pudre es la lengua

Por: Tony Raful Tejada

Dentro del conjunto  de apreciaciones  e ideas críticas, asoma en un nivel abierto de participación social  el desbordamiento de palabras y costumbres. No se trata de  transgredir cánones obsoletos ni de superar dialécticamente hábitos y  formas  del pensamiento conservador o de costumbres  antediluvianas. Asistimos  a una liberación profana que invita al desconocimiento de hábitos y locuciones del lenguaje en aras de una comunicación cruda, primaria,  que  se desdice en cuanto el esquema organizacional de la palabra y su contenido, la esencia de la imagen auditiva y la comunicación efectiva,  la normativa de todas las lenguas y su proceso evolutivo  consignado en la riqueza del léxico y de los códigos  asumidos culturalmente.

Me refiero a la vulgaridad, esa tosquedad del decir al comunicar, esa búsqueda contrariada en la transferencia del sentido, desvalijada en declive ruinoso de toda majestad del concepto. A esa ola creciente rinden loas, atemorizados espíritus endebles que trastocan el implícito destino  de todas las lenguas y sus referentes culturales.

No se trata de atajar los procesos concurrentes de las mutaciones implícitas de las lenguas asociadas a la comunicación  como ristras referidas a momentos culminantes de evolución. Infinitas lenguas mueren  en el universo de la cultura de los pueblos y los hemisferios sociales, dando paso a otras formas estilizadas  o súcubas   de las necesidades que demandan entrelazadas, nuevas grafías de alteridad y  cambio. Pero lo que asoma en forma temeraria es la vulgaridad, el cese de toda normativa, el desdén oracular de la ignorancia osada y desafiante, que simplifica el lenguaje y lo despoja de cánones, de puntuaciones éticas, que infravalora todo esfuerzo y requisito primario o académico.

Se trata del desdén por el sustrato de la cultura acumulada, la ruptura con la lengua como expresión didáctica sin pasar por el conocimiento ni el aprendizaje.  Verdadera legiones de analfabestias que sin pasar por la cultura exhiben orondos sus carencias y esgrimen los más censurables epítetos, reemplazando la belleza  de la lengua por  sonidos guturales, primarios, elementales.  

La escabrosidad asoma  mientras  languidecen muchas Academias de la Lengua, últimos refugios de la palabra prístina. A esta tendencia disoluta  se amoldan grupos sociales en declinación absoluta y en pérdida de valores  primarios. Grandes Imperios terminaron degradándose en paralelos idénticos, a ras de suelo, en la nada absoluta  de  sus miserias  más hondas.  La correlación social va asociada a la corrupción del lenguaje.

La historia de la humanidad es solícita brindando experiencias modélicas de estos procesos. En el camino a la disolución  lo primero que se pudre es la lengua.  El salto dialectico  está interrumpido por la supresión  del debate, el predominio de la porfía sobre toda reflexión.

De todas maneras la resistencia es la palabra que trasciende los moldes, que exige formación,  niveles, que  se alza glamorosa en el esfuerzo, en la demanda de la escuela, en la preeminencia del discernimiento, la prudencia y la belleza  de la metáfora y los sueños.  El verbo fundacional hizo posible la vida en el único planeta habitado del sistema solar nuestro. No es tiempo perdido cuando tenemos la eternidad del tiempo por delante. Y cuando poseemos el giro deslumbrante del verbo para fundar otros universos, otros mundos posibles en la palabra que nos libera y nos salva.

Tony Raful Tejada
Actualmente es embajador de República Dominicana en Italia,  Poeta, ensayista y político, Tony Raful inició su carrera literaria bajo la orientación del Movimiento Cultural Universitario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y del grupo denominado Poetas de la Joven Poesía, surgido a raíz de la Revolución de abril de 1965. Premio Nacional de Literatura 2014.